Katherina Goregliad Psicóloga – Terapeuta
Hoy es un día especial, por lo que resulta propicio reflexionar sobre el contenido de la palabra Muerte.
El sentido que deseo expresar, en esta breve reflexión, es darle la connotación, al término Muerte, como la no existencia del ser. Es decir, sabemos la inminencia de la Muerte y, sin embargo, nos negamos a aceptarla como tal. Todo en la vida es relativo: lograr ser profesional, casarme, tener hijos, etc., pero algo muy cierto es que nuestra existencia es finita y ello nos angustia.
Esa angustia tratamos de encubrirla, en primer lugar, no reconociéndonos como seres en el mundo con los días contados y, por lo contrario, banalizamos el término. Algunas personas lo afrontan aferrándose a las promesas de la vida eterna o del “más allá”; pero realmente, nadie sabe si existe el paraíso, el cielo y/o el infierno. Simplemente somos Aquí y Ahora, despojados en un mundo que en algún momento se nos va a acabar.
Cuando no nos reconocemos como seres con un tiempo de expiración, el dolor por lo desconocido nos embarga. Nuestras emociones sobresaltan y sufrimos. Realmente no queremos ser conscientes de nuestro Ser.
Por otro lado, al no reconocer nuestra finitud también se nos hace compleja la de nuestros seres queridos. A ellos estamos vinculados emocionalmente y los percibimos como seres infinitos, pero no es así. Todos vamos a morir: nuestros abuelos, padres, hermanos, hijos, parientes. Lo que sucede es que mientras más fuerte e intenso haya sido el vínculo emocional, más difícil es sostener la angustia de ya no tenerlos a nuestro lado.
Esa angustia, como mencioné, nos lleva a estar en un estado de desesperación frente a la incertidumbre; se hace sintomático como por ejemplo, dolor de pecho, temblor en las manos, sudoración, comenzamos a realizar lo cotidiano en modo automático sin reflexionar, realmente, sobre lo que estamos haciendo: andamos en modo muertos vivientes.
En este momento, todas las preguntas giran en torno a la muerte, preocupándonos, en primer orden, por el dolor por ejemplo, todos quieren tener la famosa “muerte feliz” es decir, mientras duermen simplemente morir. Y ese pensamiento se da porque no hemos enfrentado nuestra existencia y nos vendamos los ojos para saber que el morir, como proceso fisiológico, puede causar grandes dolores físicos. Luego de ello, nos preguntamos: ¿cómo será la muerte? ¿Estaré (á) más tranquilo(a)? ¿Descansaré (á) en paz? Son preguntas pensadas en el próximo estadio para que este sea confortable y lleno de paz. Las incógnitas solo buscan bienestar en el que va a morir o en nosotros cuando vemos morir.
La muerte es, inevitablemente, dolor, llanto, desesperación, vacío, angustia, miedo; mientras que no entendamos que todos tenemos fecha de caducidad (somos finitos) esta se acentuará. Orientemos nuestro pensamiento al ser-existencial que vivió y sintió a lo largo de su vida distinta experiencias que se van con él (ella) y que, en el mejor de los casos, dejaron un legado aquí con nosotros.
El ser realmente muere cuando lo dejan de recordar, no cuando deja de estar (en términos físicos)
Vive la experiencia de la muerte porque es irrepetible; acéptate como un ser de tránsito que solo busca lograr vivencias para desarrollarse en este mundo donde reina lo absurdo. Primero debemos morir para poder vivir libres de la angustia inquietante. No sé si haya “más allá”, solo sé que soy un ser – existencial.