Katherina Goregliad Psicóloga – Terapeuta
El gran escritor argentino, Jorge Luis Borges, a lo largo de su vida se relacionó con varias mujeres, pero una de ellas fue su verdadero amor: María Kodama. Ella fue su compañera de vida. Y es que esta decisión de serlo (compañera) podemos dilucidarla a través de una célebre respuesta brindada en una entrevista: “Es que no soy la viuda de Borges, soy el amor de Borges. Él es mi amor y está en mí como yo estoy en un punto del universo en él” Este nivel de conciencia de lo que fue la relación de pareja, solo se logra bajo el concepto de compañero de vida, es decir, sigo compartiendo amor más allá de la materia porque no importa, ni me da miedo, la inminente finitud del ser al seguir estando con él en esta realidad o en cualquier otra.
En las próximas líneas, quiero expresar, brevemente, lo que a mi parecer es ser compañero de vida. La propia palabra, desde la etimología, nos dice que “compañero” significa “compartir del mismo pan”. En el amor, debemos buscar que la pareja comparta el mismo pan. Pero ¿qué significará esto? Es aquel amor que alimenta nuestro espíritu sin ser una religión, es aquella relación donde nos secan las lágrimas pero donde intentan sacarnos una sonrisa con alguna bufonada. Es un amor que no hostiga, que comprende, sin celos ni rivalidades. Es un amor donde se ansia la felicidad de la pareja. Solo así concibo el amor que nos puede dar un compañero de vida.
El Amor lo es todo, el mundo no se mueve sin él. Es insatisfacción eterna, como decía Ortega y Gasset, porque nunca acaba y justamente por eso se diferencia del deseo. Este es, normalmente, individualista, es fugaz, explosivo, algo finito, es decir, se logra pero después caemos de la cima y culmina la sensación de placer; se desvanece sin dejar huella. Sin embargo, el amor del compañero de vida es continuo, no se diluye y fluye de manera incesante sin pausas ni finales (recordemos que la mujer de Borges lo sigue amando después de su muerte) Aquí es placer es constante y busca la satisfacción mutua; deja un sello en la mente y cuerpo del ser amado.
El Amor del Compañero de Vida es exclusividad y fidelidad porque nos reconocemos a través del Otro a través de nuestros anhelos; por eso se habla de ser co ejecutores del destino. En ese sentido, veo y siento sus necesidades como si fueran mías y camino a su lado como si fuera su Lazarillo. Amar es un apostolado. Únicamente se piensa en el otro, tal cual Dios. Se es unidad y las banalidades de la vida no nos hace titubear, por eso hay verdad. Por ello, el amor de un compañero de vida es como la fe: o existe o no; no hay grises ni medias tintas.
Si sucediera lo contrario, no hay amor de compañero de vida. Se estaría frente a un amor de etiqueta, o peor aún, uno intermitente. Esta forma de entender las relaciones o lo que se ha denominado amor intermitente, no es más que un juego donde abro y cierro círculos en la pareja que terminan dañando. Por ejemplo, te digo que te amo, que eres todo para mí, luego me alejo abruptamente, pasan largos periodos de marcada indiferencia y finalmente, intento retomar la relación nuevamente diciendo que te he extrañado y que te amo porque “las cosas serán diferentes”. Un amor así solo nos lleva a la zozobra, a la desesperanza, a la angustia: a la incertidumbre.
Amor no es desesperación, es seguridad de dar algo único e irrepetible. Es querer tener sin poseer al objeto. Es erotismo y sexualidad, porque el compañero de vida explora el cuerpo de la pareja durante el sexo. Otros actos sexuales, donde no intervienen compañeros de vida, solo se limitan al consumo por el cuerpo y a esa necesidad de tomar el placer y luego arrojarlo; es lo que Baumann llamaba “Amor líquido”. La licuefacción del amor; no hay compromiso ni respeto por mi cuerpo ni por el del otro. Aquí solo hay acuerdos (homo consumen) que me permiten disponer de ti sin asumir mayores responsabilidades (los denominados “amigos con derecho”) Ortega los define como “amores” que son relaciones complejas que no merecen llamarse “amor”
Quiero finalizar este breve comentario, dejándote algunas pautas de aquello que considero no será jamás una relación de Compañeros de Vida:
1. Cuando hoy te aman y mañana no. Aquel amor intermitente que he explicado líneas arriba. Si no hay presencia inmediata, no hay amor. Recuerda que el Compañero de Vida está hipnotizado contigo y desea verte siempre: día a día.
2. Cuando no hay proyectos juntos. El Compañero de Vida anhela tener metas a tu lado y, por supuesto, lograrlas. Añora caminar juntos en los buenos y malos momentos. Se asumen responsabilidades y ambos “ponen el hombro” en la relación. Somos pares en todos los sentidos. Somos co-ejecutores del destino.
3. Cuando solo es sexo. El Compañero de Vida te seduce no solo para el sexo; basta con un gesto o una caricia en el cuerpo del otro. El amante solo consume los fluidos y explora los deseos sin ahondar en el sentimiento; no es su rol. El Compañero de Vida no te trata como objeto pues aprecia tu cuerpo, lo contempla, lo respeta cual culto religioso.
4. No daña ni humilla. Sufre contigo, pero no te hace heridas, ni mucho menos te las deja abiertas. Te acompaña en el dolor haciéndolo suyo. Consuela y aconseja.
5. No traiciona y habla siempre con la verdad.
6. No compite por poder. Busca equidad en la relación.
Las relaciones de pareja de hoy, demuestran que el concepto de compañero se ha diluido porque no se valora al Otro es decir, no hay compromiso. Esta forma de entender las relaciones requiere entrega, dedicación e insatisfacción eterna entendida como motor de búsqueda para lograr la felicidad de tu pareja ¿Estás dispuesto a ser Compañero de Vida?
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